Se habla de dos tipos de culturas; la cultura musulmana y la cultura occidental. Detrás de esto se esconde un claro determinismo cultural en el que se considera que los individuos actúan en función de las normas de su grupo Determinismo que afecta a quienes proceden de países musulmanes, pero no a nosotros los occidentales.
Tenemos “miedo a lo desconocido, miedo al otro”, es decir, avanzamos a medida que aceptamos, y escuchamos en medida de que lo que digan nos interese.
Hoy en día las cosas han cambiado, ya que los nuevos medios de comunicación o las tecnologías nos hacen estar más relacionados socio-culturalmente y culturalmente. Nos hace saber de esa cultura y que nos interesemos por ella.
Así pues, las culturas más abiertas tienen más posibilidades de hacerse conocer, de ir enriqueciéndose en posición, ya que se harían de escuchar a diferencia de las culturas cerradas.
Todas las culturas son religión, etnia y estado-nación. En nuestra cultura occidental actuamos por una serie de razones psicológicas, políticas, económicas o sociales. En cambio, a ellos se les niega esa libertad de reivindicación y se les obliga a obedecer en todo momento su esencia de musulmanes.
Esto nos lleva a que unas culturas quieran escuchar y otras no. Conllevando a una difícil convivencia.
Con ello, la aproximación de las culturas va a tener un límite, y es que el miedo al otro nos hace intolerantes, y nos sitúa en una posición de alerta que anula la empatía y hace más probable la agresión reactiva puesto que tenemos que defendernos de esos bárbaros tan distintos a nosotros.
Por ello debemos, pluralizar encontrar una solución política. Una solución que pasa por el diálogo, por escuchar al otro y, entender sus necesidades, sus deseos, sus razones y su forma de entender el mundo.
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